Columnas de opinión
Columna hoy
8 de junio… Por lo general, un día como hoy en mi familia era altamente esperado, con ilusión y alegría.
EL LINCE: César A. Vázquez Lince
8 de junio… Por lo general, un día como hoy en mi familia era altamente esperado, con ilusión y alegría. Desde temprano en la cocina había movimiento, no solo por el desayuno, sino por el acontecimiento de la tarde.
Ya un poco pasado el mediodía, se podía oler el caldo de camarón. Los vehículos iban y venían trayendo suministros, bebidas, hielo, cigarros Marlboro… hacía tiempo que ya no se compraba Raleigh, la espera tenía nombre: mi papá.
El 8 de junio era especial porque era el cumpleaños de mi papá. No es que esperara una gran fiesta: él era feliz con sus camarones. Pero el día era esperado porque, durante el transcurso de la jornada, uno a uno sus hijos irían llegando. Y, por única vez en el año, mi padre tendría lo que más amaba reunido en un solo evento: a su familia.
A sus primeros hijos, Olivia y César Augusto (segundo en su nombre). Si había suerte, Alejandro también estaría en la ciudad y se presentaría. Sus hijos más pequeños, Zarina y Julio, correrían por los pasillos, haciendo que sus risitas llenaran el lugar de un ambiente único. Si bien no era el hogar de todos los invitados, por un momento, ante su presencia, era el hogar de todos.
Mi padre fue un hombre pragmático. Para algunos, un político duro que conocía bien su oficio. Para otros, el periodista mejor informado del estado de Veracruz. Para mí, era solo mi papá. Tuve que estar lejos de casa para dimensionar el tipo de personaje que era. Estando en la ciudad de Orizaba, colaborando con personajes como Alfredo Ferrari y Harry Jackson, empecé a darme cuenta de lo grande que era.
Hoy mi padre ya no está. Se fue un 12 de enero de 2014. Dejó un legado de siete hijos reconocidos. Y digo reconocidos porque a él le gustaba bromear cuando le preguntaban cuántos hijos tenía. Sonreía y contestaba:
—¿De riego o de temporada?
No había nada para él que estuviera por encima del amor que le tenía a sus hijos…
Excepto tal vez la disciplina.
Para mi padre —y hoy le doy la razón— la clave del éxito era la constancia. Como anécdota personal, una vez una querida amiga me preguntó:
—¿Cómo haces para convencerme?
Y le contesté: la constancia, enseñanza de mi padre.
Dejó cientos de columnas que relatan la historia política de Veracruz y de sus actores. Un Guízar y Valencia que, si vas a Xico, puedes divisar en Las Fuentes. Sí, esa estatua junto con otros personajes es obra de mi padre. Un milagro le pidió al santo, y por lo visto se lo cumplió.
Hoy ese milagro tiene nombre y 18 años. Hermoso milagro, por cierto.
Dejó hijos putativos, que educó, ayudó, y otros tantos que formó, pero tristemente perdieron el camino y dejaron de vender el espacio para vender su opinión.
Dejó dos nietos: la primera, que pronto será una gran artista; y un pequeño, tercero en su nombre, que crece oyendo historias de su abuelo, de su valentía, de sus enseñanzas… incluso de sus gustos musicales, que aunque supuestamente no comparten, en secreto lo he oído explorarlos.
Y su legado más grande: hasta hoy, a diez años de su partida, no hay lugar donde vaya sin que alguien me diga:
—Tu papá me ayudó.
—Tu papá me pagó la escuela.
—Qué gran jefe era tu papá.
Ese es el gran orgullo de haber sido su hijo, de llevar su nombre.
Tantas historias que contar. Tantas risas, viajes, aprendizajes…
Pero hoy, 8 de junio, vamos a celebrar tu cumpleaños papá.
Estés o no estés.
8 de junio… Por lo general, un día como hoy en mi familia era altamente esperado, con ilusión y alegría.
Por:
EL LINCE: César A. Vázquez Lince
8 de junio… Por lo general, un día como hoy en mi familia era altamente esperado, con ilusión y alegría. Desde temprano en la cocina había movimiento, no solo por el desayuno, sino por el acontecimiento de la tarde.
Ya un poco pasado el mediodía, se podía oler el caldo de camarón. Los vehículos iban y venían trayendo suministros, bebidas, hielo, cigarros Marlboro… hacía tiempo que ya no se compraba Raleigh, la espera tenía nombre: mi papá.
El 8 de junio era especial porque era el cumpleaños de mi papá. No es que esperara una gran fiesta: él era feliz con sus camarones. Pero el día era esperado porque, durante el transcurso de la jornada, uno a uno sus hijos irían llegando. Y, por única vez en el año, mi padre tendría lo que más amaba reunido en un solo evento: a su familia.
A sus primeros hijos, Olivia y César Augusto (segundo en su nombre). Si había suerte, Alejandro también estaría en la ciudad y se presentaría. Sus hijos más pequeños, Zarina y Julio, correrían por los pasillos, haciendo que sus risitas llenaran el lugar de un ambiente único. Si bien no era el hogar de todos los invitados, por un momento, ante su presencia, era el hogar de todos.
Mi padre fue un hombre pragmático. Para algunos, un político duro que conocía bien su oficio. Para otros, el periodista mejor informado del estado de Veracruz. Para mí, era solo mi papá. Tuve que estar lejos de casa para dimensionar el tipo de personaje que era. Estando en la ciudad de Orizaba, colaborando con personajes como Alfredo Ferrari y Harry Jackson, empecé a darme cuenta de lo grande que era.
Hoy mi padre ya no está. Se fue un 12 de enero de 2014. Dejó un legado de siete hijos reconocidos. Y digo reconocidos porque a él le gustaba bromear cuando le preguntaban cuántos hijos tenía. Sonreía y contestaba:
—¿De riego o de temporada?
No había nada para él que estuviera por encima del amor que le tenía a sus hijos…
Excepto tal vez la disciplina.
Para mi padre —y hoy le doy la razón— la clave del éxito era la constancia. Como anécdota personal, una vez una querida amiga me preguntó:
—¿Cómo haces para convencerme?
Y le contesté: la constancia, enseñanza de mi padre.
Dejó cientos de columnas que relatan la historia política de Veracruz y de sus actores. Un Guízar y Valencia que, si vas a Xico, puedes divisar en Las Fuentes. Sí, esa estatua junto con otros personajes es obra de mi padre. Un milagro le pidió al santo, y por lo visto se lo cumplió.
Hoy ese milagro tiene nombre y 18 años. Hermoso milagro, por cierto.
Dejó hijos putativos, que educó, ayudó, y otros tantos que formó, pero tristemente perdieron el camino y dejaron de vender el espacio para vender su opinión.
Dejó dos nietos: la primera, que pronto será una gran artista; y un pequeño, tercero en su nombre, que crece oyendo historias de su abuelo, de su valentía, de sus enseñanzas… incluso de sus gustos musicales, que aunque supuestamente no comparten, en secreto lo he oído explorarlos.
Y su legado más grande: hasta hoy, a diez años de su partida, no hay lugar donde vaya sin que alguien me diga:
—Tu papá me ayudó.
—Tu papá me pagó la escuela.
—Qué gran jefe era tu papá.
Ese es el gran orgullo de haber sido su hijo, de llevar su nombre.
Tantas historias que contar. Tantas risas, viajes, aprendizajes…
Pero hoy, 8 de junio, vamos a celebrar tu cumpleaños papá.
Estés o no estés.

ENCUENTRO CULTURAL YOLPAKI


LICENCIAS DE CONDUCIR A PERSONAS DE MAS DE 50 AÑOS
