Orfandad

Denise Maerker

Atando Cabos

Atando Cabos  Denise Maerker

Y ahora se murió el papa Francisco. No es una sorpresa, no puede serlo, todo el mundo sabía que podía pasar en cualquier momento y, sin embargo, cae como una piedra más que se suma al peso que se ha venido acumulado este año que parece el más largo que hayamos vivido.

Más allá de su posición como cabeza de la Iglesia católica, más allá del peso que pudieran tener sus palabras, se va un hombre que defendía la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión. Se dice fácil, no es nuevo, pero hoy es una convicción que no se respira por ninguna parte. Por eso retomo la aséptica descripción de la realidad que hizo en su carta encíclica Fratelli Tutti publicada en 2020. Es un espejo devastador y terriblemente certero del mundo en que vivimos.

“La mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante, aun disfrazada detrás de la defensa de algunos valores”. No otra cosa es lo que hacen los fascistas de hoy: Trump, J.D. Vance, Milei, Orbán, Bukele.

“Se niega a otros el derecho a existir, a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos”. Esto escribió Donald Trump el domingo: “Feliz Pascua para todos, incluidos los lunáticos de la izquierda radical que están luchando y conspirando con tanta fuerza para traer de regreso a nuestro país a asesinos, capos de la droga, prisioneros peligrosos, enfermos mentales y conocidos miembros de la pandilla MS-13, así como golpeadores de esposas” (se refería a los esfuerzos de un sector de su país para que se regrese a un migrante salvadoreño con papeles en orden que equivocadamente fue deportado a El Salvador).

Partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites. Recuerdo Qatar, donde sólo 250 mil personas son consideradas ciudadanos con derechos, los otros 3 millones, aun cuando hayan nacido en Qatar, son desechables y pueden ser expulsados en cualquier momento. Es sólo un caso de lo que ocurre en muchas otras partes de manera más disimulada.

La soledad, los miedos y la inseguridad de tantas personas que se sienten abandonadas por el sistema, hacen que se vaya creando un terreno fértil para las mafias. Porque ellas se afirman presentándose como “protectoras” de los olvidados, muchas veces a través de diversas ayudas, mientras persiguen sus intereses criminales. Aquí caben todas las mafias, las sectas y diversos radicalismos hoy tan socorridos.

Los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad se debilitan, y el sueño de construir juntos la justicia y la paz parece una utopía de otras épocas. Vemos cómo impera una indiferencia cómoda, fría y globalizada. El mundo asistió impávido a la destrucción de Gaza. Nada más que agregar.

Y déjenme rematar con esta última: Si no logramos recuperar la pasión compartida por una comunidad de pertenencia y de solidaridad, a la cual destinar tiempo, esfuerzo y bienes, la ilusión global que nos engaña se caerá ruidosamente y dejará a muchos a merced de la náusea y el vacío. Advertencia que adquiere una tremenda actualidad ahora que vemos cómo el sistema mundial económico, de alianzas y de valores se resquebraja y tambalea bajo los implacables golpes de un ciego enajenado.

La muerte de Francisco nos deja un poco más huérfanos, de eso no hay duda.
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