¿Qué harán con la CNTE?

Bitácora del director Pascal Beltrán del Río

La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación estaba virtualmente acabada.

La reforma educativa de 2013 le había quitado el aire vital. Si ese gremio no podía decidir cómo y a quiénes se entregaban las plazas de maestros –las que se desocupan por jubilación y fallecimiento y las de nueva creación– y tampoco quiénes en el profesorado merecían una promoción, la razón de su existencia se extinguía.

Pero ¿qué fue lo que pasó? Andrés Manuel López Obrador hizo una alianza con la Coordinadora y le prometió que, si lo ayudaba a alcanzar la Presidencia de la República en 2018, él se encargaría de acabar con “la mal llamada reforma educativa”.

Ya convertido en Presidente, López Obrador le cumplió a la CNTE en casi todo. Le devolvió la capacidad de decisión sobre la carrera magisterial y muchas cosas más. Sólo que se reservó para sí mismo una parte de la reforma: la centralización. Decidió que las plazas serían de él, no de los gobernadores. La llave del presupuesto sería suya.

Acostumbrada a chantajear a los gobiernos estatales –más proclives a ceder ante la presión callejera–, la Coordinadora mantuvo su exigencia de tumbar toda la reforma aprobada en el sexenio de Enrique Peña Nieto. Es decir, volver a la descentralización.

Ante eso, López Obrador pintó su raya y la CNTE se enojó, llegando a impedir una conferencia matutina del Presidente, en agosto de 2021, cuando estaba previsto que la diera en una instalación militar, durante una visita a Chiapas, estado que había visto nacer esa organización en 1979.

Tildando de “conservadores” a los maestros disidentes, el mandatario dejó de reunirse con ellos y volteó a ver al SNTE, el sindicato matriz del magisterio, que inmediatamente se ofreció a entregarle su apoyo de manera corporativa, muy a la manera que funcionaba durante las décadas de hegemonía del PRI.

Lo que ahora está sucediendo con la CNTE es consecuencia de aquello. De estar casi acabada, la Coordinadora recibió un soplo de vida por parte de López Obrador, quien olvidó que la razón de ser de ese gremio es el conflicto, no el acuerdo.

Como dice mi compañero de páginas José Elías Romero Apis, la CNTE es del tipo de organizaciones que necesita de la inconformidad para existir.

El día que la Presidencia le resuelva todo su pliego petitorio, ese día ésta se parará el cuello y aquélla se quedará sin quehacer, como el proverbial vendedor de naranjas al que le compran el lote completo y se queja porque “y ahora ¿qué voy a vender?”.

He ahí el dilema actual del gobierno: la CNTE se levantó de entre los muertos y, peor que eso, ahora está fortalecida, pues durante los años en que López Obrador dejó de hacerle caso, se dedicó a reclutar adeptos en estados donde no existía o donde su presencia era escasa. La actual es una Coordinadora mucho más fuerte de lo que era antes de 2013, como ha documentado mi también compañero de páginas Carlos Ornelas.

Además, como el gobierno está atrapado en su discurso de “No a la represión”, ni siquiera tiene la opción de aplicar la ley a los maestros movilizados en la Ciudad de México. Ellos pueden bloquear el aeropuerto, desatar el caos y dejar a dos millones de niños sin clase –cifra que al secretario de Educación le parece insignificante–, pero las autoridades no pueden siquiera descontarles el salario, ya no digamos despedirlos o procesarlos penalmente.

¿Qué hará el gobierno con los maestros disidentes? Quién sabe. No tiene dinero para satisfacer sus demandas. No se atreve a proceder legalmente contra ellos. Y, ahora, para colmo, se enfrenta con la posibilidad de que le boicoteen su elección judicial. No cabe duda: está en problemas y seguramente no sabe cómo salir de ésta.