
ZARAGOZA
Imagine el escenario… no, algo mejor: métase en el personaje, encájese bien los zapatos y amárrese los pantalones. Olvide sus filias, saque lustre a sus fobias, y vámonos: Usted entra solo, solito, a la casilla, con la boleta extendida, el crayón en la mano y el hígado inflamado.
“Morena… ¡chinguen a su madre! Culeros, nomás promesas y saliva… ni madres les doy mi voto. ¡Y eso va también pa’l Verde! Bola de rémoras con logo de pajarraco”.

Sus ojos rebotan en el PAN: “Mochos, hipócritas, nomás piensan en sus cuates, sus primos, sus compadres y sus amantes. Cuando no es uno, es el otro, y todos jalan pa’ su molino. Tomen, cabrones! tampoco les doy mi voto”.
El crayón apunta al PRI: “Hijos de su ratera… años y años robando con maestría, con elegancia, con coreografía. Ni un voto, a ver si ahora sí se extinguen como especie en peligro”.
Llega al PT: “Ay, pobres diablos… de lambiscones no los bajan, paleros oficiales del régimen. Ojalá bailen solos hasta que se les caigan los zapatos de tanto girar alrededor del poder”.
Asoma Movimiento Ciudadano: “¿Y qué van a hacer cuando el escuincle crezca? ¿Meter a Dante Junior al 2030? Pinche partido de familia, de playlist pegajosa, de marketing sin fondo. Ni madres, tampoco va pa’ ustedes”.
Y entonces… ¡zas! ¡El oasis! El único nombre bajo la bandera de CANDIDATO INDEPENDIENTE. Sin logo, sin siglas, sin padrino. Una exhalación de alivio, de esperanza, de “¡Al fin, cabrón, alguien que no venga ya vendido!” Y la cruz cae firme, decidida sobre la boleta.
Pero esa pequeña rebelión individual, multiplicada por cientos, tuvo un resultado que hoy se siente como bofetada con guante sudado: Miguel Ángel Grajales Mateos, el independiente que ganó Zaragoza, a la primera oportunidad, se fue a arrodillar a Morena.
Quizá Grajales Mateos no entienda el calibre de lo que hizo. O peor: sí lo entiende, pero le vale madre. Porque al panista, al priísta, al petista que se fueron a Morena, los respaldaban partidos. A Grajales no. A Grajales lo sostuvo el ciudadano, la raza, el Pueblo de a devis, el que dijo: “por fin alguien sin correa ni cadena.”
Si usted fue ese vecino de Zaragoza, el que cruzó con fe ese nombre en la boleta, ¿cómo se sentiría ahora? Yo se lo digo: frustrado, decepcionado, encabronado. Y ojo, porque esa mezcla es peligrosa. Porque lo que hoy es enojo, en 2027 puede ser abstención.
Insisto: quizá Grajales no dimensiona la chaquetota que se aventó. Lo preocupante sería que el dirigente estatal de Morena sí. Porque ése sabe que cada voto desilusionado, cada ciudadano que dice “pa’ qué voto si todos son iguales”, es un ladrillo más en la muralla del partido en el poder. Morena no solo se alimenta de militantes… se alimenta de nuestra resignación y sabe que cuando gana la abstención, gana Morena.