
América Latina ante la Conferencia de Sevilla: Reformar la financiación para el desarrollo
Opinión Borja Santos Porras
¿Financiación para el desarrollo? En este mundo convulso, podría parecer una agenda secundaria, pero hoy es más urgente que nunca.
Del 30 de junio al 3 de julio, Sevilla será sede de la Cuarta Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo: una oportunidad histórica para redefinir el sistema financiero internacional hacia un futuro más equitativo y resiliente.
El primer borrador que guiará las discusiones en Sevilla alerta que la brecha anual de financiación para el desarrollo supera los cuatro billones de dólares. En este sentido, Sevilla debe marcar el inicio de una transformación profunda del sistema financiero global para cerrar este vacío.
Uno de los pilares clave es fortalecer los recursos públicos nacionales. En países de ingresos bajos y medios, los ingresos tributarios no superan el 13% del PIB. La evasión, la elusión y los flujos ilícitos generan pérdidas de hasta 800.000 millones de dólares anuales. En América Latina, la evasión fiscal asciende a 325.000 millones de dólares, mientras que el crecimiento del sector informal, un 18.6% en la última década, reduce la base fiscal. En este sentido, integrar al sector informal y reforzar los bancos públicos de desarrollo debe ser prioridad.
Es importante facilitar la inversión extranjera directa, modernizar los sistemas financieros y reconocer el valor de las remesas, que en 2023 triplicaron la AOD. En América Latina, estas sumaron 163 billones de dólares en 2023, superando el 24% del PIB en algunas naciones de la región. Reducir sus costos de transacción a menos del 3% e incorporarlas en estrategias de desarrollo debe ser una meta global para 2030. Fomentar la inclusión financiera y orientar estos recursos hacia inversión productiva es clave para el desarrollo sostenible.
Los Bancos Multilaterales de Desarrollo (BMD) movilizan unos 160.000 millones de dólares anualmente, muy por debajo de los tres a cuatro billones necesarios. Es urgente ampliar su capacidad de préstamo, e incentivar la Cooperación Sur-Sur y mecanismos innovadores de financiación.
La financiación climática también debe tener un lugar central. Sin recursos suficientes para adaptación y mitigación, los países más vulnerables seguirán pagando los costes de una crisis que no provocaron.
La deuda agrava aún más el panorama. Treinta países están sobreendeudados o en alto riesgo. En América Latina, la deuda externa alcanzó en 2023 un promedio del 55% del PIB. Esto refleja una arquitectura de deuda lenta, ineficaz e injusta. Ante esta situación, reformar los mecanismos de reestructuración y aplicar la “comparabilidad de trato” permitirán liberar espacio fiscal y permitir inversiones en áreas clave.
La arquitectura financiera internacional también debe reformarse, ya que los países desarrollados controlan el 60% de las cuotas del FMI. Igualmente, la brecha de género persiste, con menos del 30% de mujeres en cargos altos en instituciones financieras multilaterales. Esta falta de representación impacta directamente a América Latina, que tiene escasa influencia en decisiones de organismos multilaterales.
Por último, el desarrollo sostenible exige ciencia, tecnología e innovación. Sin embargo, el 80% de la inversión en I+D se concentra en apenas siete países. La brecha digital, el limitado acceso a educación superior y la escasa financiación tecnológica excluyen a muchas economías. Para remediarlo, el Pacto para el Futuro de la ONU busca impulsar una economía digital inclusiva y el uso ético de la inteligencia artificial.
En resumen, Sevilla debe ser un catalizador de reformas. Para América Latina, es una oportunidad clave para enfrentar desafíos estructurales y exigir un sistema financiero global que responda a sus necesidades y aspiraciones. Porque sin una financiación justa, el desarrollo sostenible seguirá siendo solo una promesa incumplida.