Aquí nadie se rinde 17 de julio de 2024

Cecilia Guadalupe Soto Gonzalez

Opinion

Reproduzco una versión resumida de mi discurso inaugural en el Encuentro Nacional Ciudadano convocado por el Frente Cívico Nacional:

Cuando saltamos a la cancha electoral, después de haber logrado la candidatura valiente y extraordinaria de Xóchitl Gálvez, sabíamos que la cancha estaba inclinada, pero pensábamos que en el marcador sólo nos llevaban dos o tres goles de ventaja. Ahora sabemos que, antes de que se diera el primer silbatazo, el marcador ya estaba 10 a 0. Toda la maquinaria del Estado estaba concentrada por lo menos desde hacía tres años en construir la candidatura de Sheinbaum: miles de millones de pesos de las arcas públicas pagaron más de dos mil espectaculares en todo el país, pagaron a 23 mil siervos de la nación que promovían los programas sociales y amenazaban con la desaparición de éstos si triunfaba la oposición; gobernadores y presidentes municipales desviaron cantidades ingentes para financiar el acarreo y el financiamiento de los eventos en sus estados.

Horas y horas de las conferencias del Presidente dedicadas a calumniar a la oposición como lo ha reconocido tardíamente la Sala Especializada del TEPJF. En febrero, el reparto de 12 mil pesos a 13 millones de adultos mayores, cantidad que muchos jamás habían visto junta. Conforme pase el tiempo sabremos más: sabremos las razones de las renuncias de más de 7 mil candidatos y candidatas y el asesinato de 35. Sabremos que el crimen organizado, el cuarto integrante de la coalición de Morena, perfeccionó lo aprendido en las elecciones de 2021 y ahora operó desde la selección de los candidatos locales decidiendo quién sí y quién no podía aspirar a las candidaturas municipales —de ahí el altísimo número de renuncias a candidaturas. Ahora sabemos también que a operadores políticos de la oposición los secuestraron no dos o tres días antes de la elección como en 21, sino varias semanas antes apoderándose de información de militantes y estructuras.

La candidata del oficialismo —hoy virtual Presidente electa— y los legisladores de Morena argumentan que recibieron por parte de sus votantes un mandato “vinculante” para aprobar la reforma que somete al Poder Judicial federal, la desaparición de los plurinominales, la eliminación de trabas a la militarización del país.

Es falso que exista ese mandato. Es falso que Morena haya ganado en las urnas la mayoría constitucional en la Cámara de Diputados. Ya sabemos que no la ganó en la de Senadores. Mientras que para la presidencia Sheinbaum obtuvo el 60%, en la Cámara de Diputados Morena obtuvo el 54.7%, 12 puntos abajo del 66% que se requiere para poder cambiar la Constitución. Con el 8% autorizado por la CPEUM, sólo deben alcanzar el 62 por ciento. En cuanto a la destrucción de un PJF autónomo, jamás se explicó al votante las consecuencias de estas reformas, cuyo objetivo no es ampliar el acceso a la justicia, sino la venganza del Presidente.

Pero algo que no fue un error fue haber sacado de su casa, de su cama, de su mundo, de su barrio a millones de personas a las que invitamos a una aventura extraordinaria: a cambiar a México, a cambiar el mundo. ¿Alguien podrá ser igual después de haber sentido bajo sus pasos las avenidas y plazas de las ciudades de México al compás de “mi voto no se toca”? ¿Alguien podrá decir “que Morena haga lo que quiera” después de haber sentido, escuchado, vibrado y cantado el Himno Nacional con un Zócalo colmado? ¿Alguien podrá decir que no ha tenido momentos extraordinarios en su vida después de fundirse en abrazos con centenas de miles? ¿Alguien podrá olvidar que por un momento dilatado de tiempo su vida fue legislador sin serlo, al impedir el desmantelamiento del INE?

En un país en el que el Estado persigue a sus opositores con la UIF, la FGR, con la exhibición en las mañaneras, la irrupción en la escena política de la Marea Rosa es un síntoma de resiliencia y resistencia formidable que ni ellos ni nosotros sospechábamos. La Marea Rosa existe y no tiene dueño. Es amplia, variopinta, heterogénea y emerge, como las mareas, cuando una causa cara a ella, la convoca.

Desde aquí damos las gracias a todas y todos los que participaron. Los que perdieron el miedo y salieron a las calles. Les damos las gracias, pero los convocamos a que se queden, pues esto no es como la Copa América. Sí, perdimos esta final, pero no nos rendimos, no nos vamos a nuestra casa con la cabeza agachada como la Selección. Porque, como nos lo ha recordado Emilio Álvarez Icaza, somos soldados derrotados de una causa invencible. Y esa causa es la de las libertades, la de la dignidad, la de una patria generosa, la de la convivencia armoniosa entre todas y todos los mexicanos, la de recuperar la paz y devolver la seguridad, la de darle nuevamente valor a la verdad. La de la democracia.

Y, para ello, la primera lección es no declararse vencidos antes de pelear. No conceder antes de ser obligados. La tarea de los demócratas es denunciar y luchar. Luchar contra la sobrerrepresentación legislativa que pervierte la voluntad del pueblo.

 

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