Dos sexenios de prohibiciones

Julio Patan

Malos Modos

Lamento no alertar a las gentiles personas que me leen con tiempo para aplicar debidamente las compras de pánico, cosas de los tiempos periodísticos.

En la Ciudad de México acaban de hacer lo que han hecho tantas veces los gobiernos chilangos, y mexicanos en general: declarar la ley seca para la Semana Santa, cierto que parcial. Por enésima vez, un funcionario, o grupo de funcionarios, decide tratar a los ciudadanos como niños incapaces de gobernar sus impulsos, que es la forma menos imaginativa de aparentar que trabajas y, al hacerlo, de fomentar el mercado negro; la venta por debajo del agua.

Lamento no alertar a las gentiles personas que me leen con tiempo para aplicar debidamente las compras de pánico, cosas de los tiempos periodísticos, pero la prohibición empezó en el primer minuto del jueves y se extiende hasta que termine el domingo. Menos mal que tenemos un gobierno progresista.

Aunque, para ser justos, no es un gobierno progresista: es un movimiento, un establishment progresista que tiene la costumbre cada vez menos disimulada de prohibir, a escala federal, estatal y municipal. El México de la 4T empezó a prohibir con el licenciado López y no ha dejado de hacerlo. Así, hoy vivimos en un país en el que no se permiten los vapeadores y cigarrillos electrónicos, contra toda evidencia científica.

Es una manía que viene del sexenio pasado, alimentada en buena parte por el Doctor Muerte, y que acompaña a varias decisiones de orden paternalista como la que dice que no se puede comprar comida chatarra en las escuelas. Les recuerdo que este mandarriazo jurídico, lejos de limitarse a las primarias o los bachilleratos, lo que ya sería discutible, se extendió en un principio a las universidades. Parece que los candidatos a licenciado también necesitan servidores públicos y legisladores que les digan qué hacer.

Pero la cosa no para ahí. Como habrán leído, tampoco está permitido en México producir maíz transgénico, aunque sí lo compramos porque pos cómo le hacemos si no, igual que, con una ignorancia como solo se da en los populismos, el hoy expresidente dijo que había que prohibir el fentanilo, así, sin matices, en general, lo que significaba dejar sin anestesia a los pacientes de, por ejemplo, cáncer.

Más recientemente, varios gobiernos estatales y sobre todo el chairismo legislativo decidieron lanzar una prohibición a los narco corridos, iniciativa que no respaldó la presidenta pero que igual, porque las cámaras se mandan solas, puede traducirse en cárcel para el que ponga una canción de Los Tigres del Norte, con tantita mala fe de un funcionario oficialista y la aquiescencia de un juez impuesto con un golpe de Estado como el que se viene en junio.

La cosa es que llevamos dos sexenios, o uno y lo que va de este, de prohibiciones bajo la etiqueta de “prohibido prohibir”. Dan ganas de decir lo de “Disfruten lo votado”, salvo que somos muchos los que no lo votamos y de todas maneras tenemos que aguantar esto.