
El silencio en la ‘ruidosa’ visita al Rancho de Teuchitlán
«A los desaparecidos no se les juzga, se les busca”, le recuerdan colectivos de buscadores al fiscal, Alejandro Gertz, quien no llegó a la visita del Rancho Izaguirre en Jalisco.
Casi un centenar de medios de comunicación llegaron a la comunidad de “La Estanzuela”, cuyo centro está apenas a unos minutos de la entrada al rancho, para tratar de mostrar un pedazo del “infierno” que se vivió en la tierra de uno de los cárteles terroristas. Pero entre el ardiente y seco calor de 33 grados y un viento que levantaba la tierra que se metía en los ojos y la garganta, solo se encontró el silencio.
El blanco de las letras que anuncian el nombre del rancho acompañado de las siluetas de dos caballos fue el punto de ingreso a uno de los múltiples sitios del terror que ha dejado la crisis de violencia en México y que se traducen en más de 500,000 asesinatos en casi 20 años de la “guerra” contra el narco, y 124,000 desaparecidos, una cifra que cambia casi cada día.

La promesa de la visita del fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, no ocurrió. Pero el rancho, ubicado a una hora de la capital del estado, por unas horas se convirtió en el más custodiado del país: decenas de elementos de la Guardia Nacional, policías ministeriales, miembros de Comisión Estatal de Búsqueda y un helicóptero resguardaron por tierra y cielo la visita a este predio rodeado de plantíos de caña y agave.
No hubo recorrido guiado, no hubo explicaciones, tampoco se repitieron las palabras con las que un día antes el fiscal general refutó a los colectivos: “no hay elementos suficientes” para determinar que el rancho fuera un “campo de exterminio”.

El silencio lo llenaron los colectivos de búsqueda, como los Guerreros Buscadores de Jalisco que, se convirtieron en guías del “tour del horror” mientras acusaban el desmantelamiento de la evidencia.
“Todo estaba lleno de vestimenta, de calzado y en el cuarto rojo había más calzado y cosas personales. Todo esto estaba lleno de vestimenta de las personas que estaban privadas de su libertad“, dijo Raúl Servín, en medio del bodegón principal del predio, donde los 400 pares de zapatos, camisas y pantalones estremecieron al mundo, como el Holocausto.
“Aquí había altares de la Santa Muerte y ya no están. Quitaron todo”, mencionó Raúl, quien es de los pocos hombres que rascan la tierra con la esperanza de encontrar una pista que le lleve al paradero de su hijo desaparecido desde hace siete años.

“Ahí está un agujero donde yo personalmente estuve escarbando y encontré muchísimos casquillos, miles de casquillos que estaban sepultados”, expresó Servín, quien pasos adelante señaló el sitio donde sus compañeros encontraron uno de los tres crematorios.
“Aquí son tres pozos que se abrieron. Ahí fue dónde encontramos a las personas que les quitaron la vida quemándolas”, aseguró el activista, con su índice apuntado a la barda perimetral de tres metros de alto, que limita la propiedad.
Aquí hay mucha evidencia”
Una leyenda advierte a la gente antes de entrar al rancho: “Inmueble asegurado. Prohibido su ingreso sin autorización de la autoridad”, pero esa instrucción este jueves quedó rebasada. La propia autoridad invitó a ir masivamente al predio y así sucedió.
Pisadas apresuradas de decenas de personas deambularon por veredas improvisadas entre las cintas amarillas que sirven para resguardar las escenas del crimen.

De un lado, un “centro de adiestramiento” con llantas, troncos y pasamanos, que remite a los testimonios de largas jornadas de ejercicio para pertenecer a las filas de sicarios del Cártel Jalisco Nueva Generación, el segundo más poderoso del país. Del otro, una cocina con dos refrigeradores, una olla y utensilios. Afuera, cascarones de huevo, tapas de latas, leña y una cuchara a medio enterrar son algunos de los objetos que, todavía, se pueden ver en el rancho de la comunidad cercana al municipio de Tequila, casa de la bebida tradicional de esta entidad.
“Aquí todavía hay mucha evidencia”, dicen las madres buscadoras, mientras se corre la voz que entre los pasos de los visitantes se han desenterrado nuevas prendas, que apuntan a que aquí, la ropa no solo pertenecía a los sicarios, como aseguró Gertz, desde su conferencia en la Ciudad de México.
“A los desaparecidos no se les juzga, se les busca”, le recuerdan desde Teuchitlán, miembros de los colectivos de buscadores.

“No hay autoridades que den la cara, no hay nadie que te diga qué ha pasado con todo esto. Iba a venir de México una persona y nadie llegó. Como siempre, somos la burla de esta sociedad”, sentenció María de la Luz Vázquez, quien busca a su esposo desde hace seis años.
Y es por eso que la ausencia del funcionario causó indignación entre quienes han pasado años buscando, con pico en mano, alguna señal que quite sus casos de la abultada lista de desaparecidos en México.
Pero ni a Raúl ni a María de la Luz ni a Mary hubo quien les diera informes. Incluso, horas antes ni siquiera los dejaban pasar al predio y ante ello, tuvieron que presionar como con reclamos: ¡Porque vivos se los llevaron! ¡Vivos los queremos! Ese fue el último grito que se escuchó, antes de que el sol se pusiera y el Rancho Izaguirre volviera al silencio sepulcral.
