Nahle y ruleteros, la autoridad perdida 23 de julio de 2025

LineaCaliente    Edgar Hernández*
 
Qué difícil la gobernabilidad cuando no se sabe y peor aun cuando los que dicen saber no ayudan o empeoran los problemas.
El tema de los taxis en Veracruz, de ser un problema menor a resolverse con solo actualizar las tarifas en un marco legal, sin abusos y a conveniencia de trabajadores del volante y los usuarios, se convirtió en un problema político más que se suma a los que ya de por sí carga la gobernadora Nahle.
La novel mandataria mal aconsejada y de arranques fuera de tono, en aras de dar solución de este problema menor, se atrevió en un primer momento a disponer de tarifas de 14 a 40 pesos.
Luego, tras el airado reclamo de los ruleteros adelanta una revisión y legalización de las tarifas comprometiéndose a darle salida al asunto para la siguiente semana.
Sin embargo, los responsables de su solución incumplen lo que da lugar a que anuncie que será hasta la próxima, o sea ayer lunes, cuando se den a conocer los costos por corridas que a final de cuentas en nada resuelven el problema de los taxistas quienes ya adelantan paros y bloqueos en calles, avenidas y carreteras.
Todo un problema que salió de la nada.
Son problemas de humo producto de la mala conseja hacia la gobernadora ¿por qué no se hará de un buen asesor que no sea lambiscón? a quien empinan a cada lance.
¿No sucedió lo mismo con el anuncio de las placas para automotores en donde alguien le pintó recaudaciones millonarias, con cargo a los bolsillos de los propietarios y usuarios del transporte privado?
Ante lo inopinada medida el reclamo ciudadano no se hizo esperar guardando la impresión de que habría malversación en la recaudación.
Todo porque los responsables de la política interior -Ahued y Pozos- no le quieren entrar a la buena y con eso de que están confrontados entre sí, metiéndose hasta con sus familias, se dedican a aventarse la bolita.
El tema de los taxis no es un asunto menor.
Visto desde la justeza y justicia en la aplicación de tarifas nos encontramos con que, tal como escribe alguien que sabe, Armando Ortiz, por años trabajador del volante:
 “A 27 pesos la corrida mínima y 50 la máxima los taxistas solo van a sacar para la gasolina ya que un recorrido de 10 kilómetros consume un litro de gasolina”.
Al final, dice el enterado moderador de opinión, el usuario pagará sólo 50 pesos. 25 para la gasolina, 25 para el mantenimiento del vehículo, para la renta de las placas y para la manutención del taxista. A eso hay que sumar que el taxi gastará gasolina en lo que consigue otro pasaje.
“¡Qué bueno fuera que una vez que dejara su pasaje de inmediato otro pasajero le hiciera la parada! Sin embargo, el taxista puede pasar 30 minutos recorriendo la ciudad sin que una persona le haga la parada. ¿Cómo es que sé eso? Ah, nunca les conté que 8 años de mi vida fui taxista, allá por los años noventa, cuando la gasolina costaba 1 peso”, escribe el talentoso Armando Ortiz.
La ciudad de México por décadas vivió el drama ciudadano que provocaban los llamados pulpos camioneros y las agrupaciones de taxistas, muchos de ellos convertidos en sapos de la incipiente criminalidad.
Ello dio lugar al nacimiento de organizaciones de transporte público modernas y segura; de líneas vigiladas, no contaminantes, incluso algunas de ellas municipalizadas.
En el mismo METRO se destinó un área de los trenes para las mujeres y se medio ordenó a las multitudes -cinco millones de usuarios viajan diariamente en Metro-.
Mientras a nivel nacional, excepción hecha de Veracruz, se abrieron nuevas oportunidades de empleo en el formato “UBER”, “Taxi Seguro” y transporte de monitoreo, así como el transporte de mujeres, los llamados “Taxis Rosas”.
En Veracruz el tema, su Secretaría de Gobierno, lo convirtió en algo espinoso, en un asunto político resultante de la impericia de los protagonistas, más entregados a las grillas internas y los codazos, que a los resultados.
A ello se suma la ausencia de timón.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo