Ni la suciedad ni la ineptitud la hicieron perder
INFORME ROJO MUSSIO CÁRDENAS ARELLANO
- Rocío Nahle, montada en la marca Morena
- Su ambición, sus propiedades, ahí siguen
- Los votos limpios y los votos sucios
- La meta: arrasar Veracruz
- El PRIAN en extinción
- Lo que les espera a los Yunes azules en 2025
- Persecución a Fernando y Patricia Lobeira
No pudieron ni las denuncias, ni el escándalo, ni su ambición sin medida, ni el descaro cuando habla, ni el delirio por tener y tener. Rocío Nahle –¡Dios tenga piedad!– gobernará Veracruz.
No bastaron las casas y los millones, y saber de las mansiones, y de los depas y los terrenos, unos en El Dorado, otros en Nuevo León, una más en Villahermosa, y la choza de Coatzacoalcos, porque la obsesión por tener bienes no es un embuste, es real y la pintan como una fifí.
No pudo la ineptitud, la ignorancia, los cargos y los encargos, su maltrecho paso por la Secretaría de Energía y el fiasco de la refinería Olmeca, en Dos Bocas, Tabasco, que sirvió de negocio al clan de los hijos del mesías de Macuspana, Andrés Manuel López Obrador, y al clan de la pareja atómica, Rocío Nahle y su marido incómodo y futuro vicegobernador, José Luis Peña Peña.
Rocío Nahle, la zacatecana de verdad, inelegible según la Constitución de Veracruz, no nativa, no hija de veracruzanos, transgresora de la ley, ganó la elección.
Montada en una marca, Morena, se llevó los votos limpios y los votos sucios por igual, los de los fans que van a las urnas por convicción y los que sufragan por miedo a perder el programa social, o porque les inocularon que si ganaba la elección el PRIAN se quedarían sin su migaja bimestral.
No impactó la denuncia por enriquecimiento ilícito y posible lavado de dinero, la de Arturo Castagné Couturier, el empresario que detonó el escandalazo de la mansión de El Dorado, el palacete ubicado sobre uno de los islotes en Boca del Río, la covacha de 40 millones de pesos que Rocío Nahle dice que no es suya –ajá–, que renta a razón de 35 mil pesos al mes y que paga a la propietaria real–re ajá–, una tal Maribel Hoyos Peña, sobrina de su esposo, José Luis Peña Peña.
No bastó el legajo de denuncias interpuestas ante la Fiscalía General de la República y la Secretaría de la Función Pública por la diputada panista María Elena Pérez Jaén, lo mismo por cifras que no cuadran en la construcción de la refinería Olmeca, que por omitir propiedades en su declaración patrimonial como servidora pública federal.
No sacudió la denuncia de Pepe Yunes, candidato de la Coalición Fuerza y Corazón por Veracruz, integrada por las denuncias públicas que realizaba Castagné.
Ni la felpa que le asestó Televisa por la asignación de contratos a empresas sancionadas por irregularidades y el de los 5 mil millones de pesos, el primero que se otorgó, a Huerta Madre cuya madre está en entredicho pues se integró una semana antes que le asignaran el dineral, aplicado, supuestamente, en el relleno del lodazal en que se erige la refinería en Dos Bocas.
Televisa se quedó corta. El contrato millonario es una parte. El negocio está en los integrantes del pull: los Santandreu, los Falcón, tabasqueños todos, la empresa holandesa Van Oord, que compitió contra Boskalis, que le sirvió de patiño pues en proyectos en Reino Unido son rivales.
A Televisa le faltó apuntar que la clave del contrato es Juan Carlos Fong Cortés, hijo del ex gerente de Pemex en la zona sur, Lorenzo Fong Peña. Fong Cortés es el amigo de Arturo Quintanilla Hayek, compadre de Rocío Nahle, y quien en algunas pujas por remates bancarios es el patiño a modo.
No bastó otro escándalo: los negocios del futuro yerno, Fernando Bilbao Arrieta, quien se desposará este mes con la hija de Rocío Nahle, Tania Peña Nahle, al que le fluyen las operaciones con empresas dedicadas a los hidrocarburos y la autorización de la Comisión Reguladora de Energía para operar una gasolinera en Ramos Arizpe, Coahuila.
Nahle fue un desastre en campaña pero la marca Morena la salvó. Recorría municipios sin saber dónde andaba. Confundía nombres, municipios vecinos, nombres de carreteras, distancias. Pero la marca Morena la salvó.
Rocío Nahle es una veracruzana inventada. Nació en Río Grande, Zacatecas. Es norteña, no costeña. Es de rumbos templados, no del calor de Veracruz.
Políticamente es un fiasco. Su grupo es una banda delincuencial. Opera desde el gobierno de Veracruz, vía Cuitláhuac García, y antes con la saña y el puño de hierro de Eric Cisneros.
Electoralmente, Nahle se montó en el efecto Peje, que está más vivo que en 2018; en el impacto de los programas sociales, la dádiva bimestral que es usada como compra de voto; en la labor de los Servidores de la Nación, el ejército de promotores de la Secretaría del Bienestar, y en el sonsonete de que el PRIAN quiere volver por sus privilegios.
Rocío Nahle no tiene nada que ofrecer. Lo suyo es el cuento y la fantasía. Promete castillos asentados sobre nubes. O sapos monumentales como la refinería de Dos Bocas que sólo ella, ya no López Obrador, se puede tragar. Sigue sin refinar.
Lo que Rocío Nahle puede hacer con Veracruz no arrancará el 1 de diciembre. Inició hace seis años con Cuitláhuac García. Ha sido la destrucción del estado, el saqueo, la simulación, obras de petate, carreteras que se cuartean antes de ser abiertas a la circulación, aulas remozadas sin calidad como lo señala el Órgano de Fiscalización, un sistema de salud destruido, más o menos como el Dinamarca de López Obrador.
La danza de los contratos fue al estilo Javier Duarte: empresas fantasma cuyos dueños, que son beneficiarios de programas sociales, no saben en qué momento se volvieron accionistas y cobran millones en asignaciones del desgobierno estatal.
Su obra cumbre es la inseguridad. Sus peones, Cuitláhuac y Cisneros, se entregaron a los cárteles. Ofertaron el aparato policíaco a la delincuencia organizada. Pactaron con los que levantan, desaparecen, desmembran a sus víctimas, los congelan y luego los arrojan a la vía pública. Y nadie los toca.
Su obra crucial fue usar el aparato policíaco para reprimir, la policía ministerial para torturar, las cárceles para arrancarle la vida a los inocentes, el aparato de poder para inventar delitos y llenar de presos las prisiones y mantener presos políticos, desacatando incluso al Poder Judicial de la Federación.
El estado de terror inició en 2018. Lo implementaron sus peones y Rocío Nahle nunca alzó la voz. Así será su gobierno: inepto, fantasioso, arbitrario y represor.
No ganó porque tenga virtudes. Ganó la elección del 2 de junio porque la marca Morena la potenció; porque el PRIAN ya caducó, salvo por la proeza de Maryjose Gamboa en Boca del Río y el empuje de Américo Zúñiga y Sergio Hernández en Xalapa; porque el clan Yunes de Veracruz está liquidado, erosionado y en 2025 se extinguirá; porque los programas sociales son el maíz de un sector de la sociedad, imitando lo que antes hacía el PRI; porque en las clases media y alta también hay fans del Supremo Porro López Obrador y su proyecto de destrucción.
Manchada, enlodada, presa de sus ambiciones y descaro, de su acumulación de riqueza y el cinismo al admitirlo, Rocío Nahle obtuvo votos genuinos y votos sucios y, aún así, incluso sin ser elegible por no tener condición de veracruzana, gobernará Veracruz.
La elección fue fraudulenta de origen: el Peje entrometido, el nuevo INE complaciente, el Tribunal Electoral violando la ley, los votos comprados, los votos chuecos, los programas sociales a cambio de votos, los Cuervos de la Nación infundiendo miedo si ganaba la oposición, los 23 gobernadores morenistas operando, el crimen organizado eliminando candidatos, financiando campañas y ordenando en sus territorios por quién votar. Y todavía dicen que no saben dónde está el fraude.
Ni Rocío Nahle, ni Morena en pleno, ni el PRIAN, se imaginaban una paliza así.
Sus amigos, pues, están de plácemes. Que vengan los contratos.
Sus peones están felices. Que siga la corrupción.
Sus comadres están mareadas. Ya se ven con todo el poder.
La Barbaraza arrasará con Veracruz.
POSDATA
No fueron 8 puntos, como pronosticó Masive Caller. Fueron 32 puntos de diferencia entre Morena y clan de los Yunes azules en la contienda por el Senado. Barridos, pulverizados, Miguel Ángel Yunes Márquez, candidato propietario en primera fórmula, y Miguel Ángel Yunes Linares, suplente, ya ven su extinción política. Abusaron de los espacios. Pactaron con Pepe Yunes Zorrila a un costo excesivo. El otro miembro del clan, Fernando Yunes Márquez, será diputado local por aparecer en la primera posición en la lista plurinominal del Partido Acción Nacional al Congreso de Veracruz. Fue un abuso y un exceso. Aquí se dijo, en Bitácora del Poder lo expresé, se volvieron un lastre para Pepe Yunes provocando el repudio hasta de los suyos y abriendo un frente que Rocío Nahlle y sus morenistas supieron explotar. Lo de hoy es asunto menor. Lo peor será en 2025 cuando Chiquiyunes intente ir por la alcaldía de Veracruz, actualmente en manos de su esposa Patricia Lobeira Rodríguez. Hace tres años, impugnada la elección, la tuvieron que ganar en los tribunales. El efecto Morena, con Rocío Nahle en el gobierno de Veracruz, con el hartazgo de miles de jarochos del puerto, aquello será una masacre. Y luego, cuando Morena entre a palacio municipal, vendrá el ajuste de cuentas, la persecución, la cárcel al ex alcalde Fernando Yunes y a su cuñada, Paty Lobeira. Será la venganza de Rocío Nahle, vía Orfis y el Congreso estatal, por el escándalo de la mansión en El Dorado y otras más. Será, dice la sentencia bíblica, el tiempo del “horno ardiente, donde habrá llanto y rechinar de dientes”…
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