¿“Trato preferencial”? Por ahora, ya no

Pascal Beltran del Rio

Bitscora del director

Espantado, a causa de la reacción de los mercados a su política comercial, Donald Trump decretó el miércoles una pausa de 90 días a la aplicación de los llamados aranceles recíprocos, es decir, los gravámenes que fijó a las exportaciones de decenas de naciones, en represalia a los que supuestamente aplican éstas a las de Estados Unidos. En lo que se llevan a cabo negociaciones, país por país, sólo habrá un arancel base de 10 por ciento.

El mandatario hizo, sin embargo, tres excepciones: China, que ahora enfrenta un arancel combinado de ¡145 por ciento!, por no haber aceptado dócilmente la sanción de Washington, así como México y Canadá, socios de Estados Unidos en el T-MEC, con los que se mantuvieron sin cambios las tasas impositivas de 25% a acero, aluminio, automóviles y todo aquello no cubierto por el tratado.

Cuando, el 2 de abril, “día de la liberación”, Trump mostró su tabla con los aranceles recíprocos, la reacción aquí fue de alivio, pues nuestro país no apareció en la lista. Incluso se presumió que gracias al estilo de negociación de la presidenta Claudia Sheinbaum, México había recibido un “trato preferencial” por parte de la Casa Blanca, aun cuando esa consideración resultaba exagerada, pues Canadá, que siguió una estrategia diametralmente distinta, fue pagado con la misma moneda.

Además, surgieron interpretaciones en el sentido de que México podría beneficiarse de la aplicación de aranceles recíprocos a países con los que compite por el nearshoring –como Vietnam, Indonesia y Brasil–, pues los productos que se exportan al amparo del T-MEC –fuera del acero, aluminio y las partes no estadunidenses de los vehículos– seguirán libres de gravamen, lo cual nos hacía más atractivos.

Pues ya no. Al menos por los próximos 90 días o hasta que el veleidoso Trump cambie las cosas de nuevo mediante otra orden ejecutiva. Por eso es importante, como decía aquí ayer, que el gobierno diseñe un plan para enfrentar la incertidumbre y la volatilidad. Éstas seguramente continuarán, pues no se sabe qué hay al final de ese periodo de tres meses y, tampoco, cuáles serán las repercusiones para la economía internacional –y eso incluye a México, desde luego– del abierto enfrentamiento de los dos pesos pesados: Estados Unidos y China, que, juntos, concentran casi la mitad del Producto Interno Bruto global.

La política comercial de Estados Unidos para los socios del T-MEC tiene un par de componentes que México no puede dejar de lado al pensar en el futuro.

Por un lado, es evidente que los aranceles tienen un doble propósito: asegurar la cooperación mexicana en la lucha contra el tráfico de drogas (¡y hasta por los adeudos de agua!) e intentar persuadir a la industria automotriz que mueva parte de su producción a la Unión Americana.

Por otro lado, se ve que las prioridades de Washington respecto de la región de libre comercio de Norteamérica apuntan a la revisión del T-MEC en 2026, que bien podría convertirse en una renegociación. Una economía mexicana debilitada, por factores internos y/o externos, rebajaría las posibilidades de que ese proceso sea exitoso para nuestro país, pues, además, ocurrirá en fechas muy cercanas a la elección intermedia en EU, cuando Trump más querrá mostrar su músculo nacionalista.

Así que México ya no puede confiar en un “trato preferencial” por parte de su vecino. Tendrá que concentrarse en jugar con sus propias cartas. Las que tenga en la mano.

 

BUSCAPIÉS

*El ministro francés de Finanzas, Eric Lombard, anunció que el gobierno recortaba el pronóstico de crecimiento de su país para 2025, de 0.9 a 0.7 por ciento, por la guerra comercial mundial. Es insostenible que en México la Secretaría de Hacienda no haga lo mismo.

*El autor de esta Bitácora tomará unos días de vacaciones.