UN MES NO BASTA

Los Políticos    Salvador Muñoz

 

Lo que a continuación escribo, es el sentir de mis vecinos, de los ciudadanos, de los conocidos, de lo que le cuentan a la mujer y me cuentan a mí en la calle, en el centro comercial, en la familia… un mes no basta.

Sí, a escasos días de las elecciones para renovar las presidencias municipales en Veracruz –212 en total– la percepción generalizada entre los veracruzanos es de vacío, como de que faltó algo… quizás tiempo.

Más allá del ruido de los cierres de campaña, para muchos veracruzanos es momento de enterarse, quizás por primera vez, de quiénes son estas personas que buscan gobernar su municipio. Esta situación es alarmante por ese vacío del que líneas arriba les comento: un mes de campaña parece ser, para muchos, apenas suficiente para colgar pendones y entregar volantes, posicionar una frase, o una imagen… pero no para generar una conexión real entre candidato y ciudadano.

La brevedad del periodo de campañas municipales (así se percibe) se convierte en un obstáculo natural para la construcción de propuestas sólidas y, sobre todo, para que éstas lleguen a oídos y conciencia del electorado. La idea, entiendo, busca equilibrar el proceso, evitar derroches y contener la confrontación política… (nomás chequen la última semana cómo se le fueron encima a los y las punteras).  En la práctica, lo que se vive es un escenario de confusión e improvisación en el que candidatos –algunos recién salidos del anonimato– intentan en cuatro semanas lo que requiere meses de presencia, trabajo territorial y comunicación clara.

Está el otro lado de la moneda. La práctica común de precampañas disfrazadas, donde ciertos actores, ya sea desde un cargo público o con el respaldo de una estructura partidista, se promocionan con antelación bajo la cantidad de pretextos, siendo el más reciente: la campaña de afiliación. Es entonces cuando el mes de campaña deja de ser breve para algunos y eterno para otros: quienes ya han pavimentado su camino desde antes, juegan con ventaja, mientras que los llamados “bateadores emergentes” apenas logran hacerse visibles fuera de su propio partido.

La ciudadanía, por su parte, se enfrenta a un bombardeo de nombres, logotipos y promesas que llegan sin contexto ni profundidad. En municipios rurales o de difícil acceso a internet, el acceso a la información es aún más limitado. Y aunque la intención de informarse exista, el tiempo simplemente no alcanza para comparar, analizar y decidir con conciencia.

El fenómeno se agrava cuando consideramos que muchas personas ya no distinguen entre una campaña formal y la promoción anticipada. Esto erosiona la confianza en el proceso democrático en unos y empuja a una idea cada vez más preocupante: si no conoces a los candidatos, ni sus ideas, ni sus trayectorias, ¿cómo votar con responsabilidad?

En contraste, el proceso electoral del Poder Judicial –aunque con un plazo mayor de dos meses– sufre una limitante distinta: la imposibilidad práctica de muchos jueces o magistrados para hacer campaña activa, salvo en fines de semana o mediante redes sociales, donde su alcance depende más del algoritmo que de sus méritos. Bueno, los que apenas aspiran a un cargo, tienen toda la ventaja para hacerlo a la hora que se les repegue su nagada chinga.

Así, las campañas se han vuelto ejercicios desiguales, donde el reloj corre más rápido para unos que para otros, y donde la ciudadanía, la principal interesada, queda muchas veces fuera del juego. La democracia local, la más cercana al día a día de las personas, merece un rediseño de tiempos y estrategias. Porque hoy, más que nunca, un mes no basta.