Columnas de opinión
Columna hoy
El nacimiento del Poder Judicial guinda
Opinión Alberto Aziz Nassif
La promesa de una mejor justicia ha quedado en el aire, porque ahora el oficialismo marcará contenidos, estilos y tiempos del Poder Judicial.
Si nos vamos al origen de la actual destrucción institucional, vemos que lo único que no importa de esta reforma judicial y de la elección de jueces es mejorar la impartición de justicia. De lo contrario, se hubiera hecho otra reforma muy diferente.
Las piezas de la estrategia se acomodaron para tener un escenario propicio: un presidente populista, que no toleraba ningún contrapeso, hizo su berrinche y como venganza contra el Poder Judicial, decidió una reforma absurda. En el camino hubo dos piezas importantes, la captura del Tribunal Electoral con la triada oficialista que decide todo al gusto del poder; y la transformación del 54% de los votos en el 73% del Congreso, mediante una interpretación tramposa de la ley que llevó a Morena y aliados a una sobrerrepresentación. Además, quedan los expedientes de extorsión en el Senado para tener la mayoría calificada. Con esas piezas llegó la aplanadora morenista e hizo chuza con el Plan C, con la reforma judicial como punta de lanza. ¿Quién le dijo a AMLO que elegir jueces mediante el voto popular era un método idóneo para mejorar la impartición de justicia? La presidenta asumió esta reforma equivocada como propia. Es necesario que el Poder Judicial tenga autonomía de la política; que los jueces tengan el conocimiento de la ley y la experiencia necesaria para impartir justicia; que exista una clara separación entre justicia y política. Ninguna de estas condiciones se obtiene mediante el sufragio popular.
Después de la estrategia anterior, siguieron las fases de implementación con lo cual el sistema electoral entró en un laberinto intransitable. La caprichosa reforma desembocó en unos comicios imposibles, plagados de aberraciones que, si no fueran trágicos, serían cómicos. Le dejaron al INE el triste papel de inventar unos comicios como no suceden en ninguna parte del mundo, literalmente. Esta elección será de récord Guinness. Empecemos con la forma de seleccionar a las candidaturas. Un mecanismo de tómbola tiró a la basura a cientos y cientos de jueces que estudiaron, pasaron exámenes, se prepararon a lo largo de tres décadas y en unas horas la tómbola del Senado destruyó su carrera judicial. Después llegaron las comisiones de cada poder para calificar la idoneidad de los candidatos, cuyo resultado fueron listados del ejecutivo y del legislativo al gusto del oficialismo; la Comisión del Poder Judicial terminó desintegrándose y se llegó a otra tómbola. Una pieza muy importante fue el mapa electoral que se obtuvo de deficiente traducción de los distritos electorales en distritos judiciales, con lo que se distorsionó la universalidad del voto. De ahí se pasó a las “campañas”, otro momento que mostró la conexión del oficialismo con el proceso, así como la manipulación de los gobiernos opositores para conformar sus listas de candidatos. Todos los niveles y colores políticos metidos hasta la médula para impulsar a sus jueces a modo. Al final, llegaron los operativos, unas papeletas difíciles de entender, además de los famosos acordeones y el acarreo. Hay que contrastar a los ganadores con las propuestas partidistas.
Fue una elección al viejo estilo: no se anularon las boletas sobrantes, no habrá cómputo ciudadano, no hubo PREP. Días antes de la elección la discusión se centró alrededor del dilema entre votar o no hacerlo. ¿Cómo se llamó la obra? Sólo votaron 12 de cada 100 personas. El 1 de junio los pronósticos de la farsa se cumplieron al pie de la letra. Ahora hay que esperar 10 días para saber los resultados. Se han degradado los comicios que tanto trabajo se invirtió para tener voto libre. La participación se calcula entre 12 y 13%. Para el oficialismo y la presidenta este nivel de participación fue un éxito, para la crítica y la oposición se trató de un fracaso, seguimos polarizados.
La enorme abstención presagia un engaño, la promesa de una mejor justicia ha quedado en el aire, porque ahora el oficialismo marcará contenidos, estilos y tiempos del Poder Judicial. Resulta poco creíble que la presidenta diga que esta elección fue un gran éxito, cuando todas las piezas hablan de lo contrario. Adiós a la división de poderes y a la autonomía judicial, ha nacido el Poder Judicial guinda…
El nacimiento del Poder Judicial guinda
Por:
Opinión Alberto Aziz Nassif
La promesa de una mejor justicia ha quedado en el aire, porque ahora el oficialismo marcará contenidos, estilos y tiempos del Poder Judicial.
Si nos vamos al origen de la actual destrucción institucional, vemos que lo único que no importa de esta reforma judicial y de la elección de jueces es mejorar la impartición de justicia. De lo contrario, se hubiera hecho otra reforma muy diferente.
Las piezas de la estrategia se acomodaron para tener un escenario propicio: un presidente populista, que no toleraba ningún contrapeso, hizo su berrinche y como venganza contra el Poder Judicial, decidió una reforma absurda. En el camino hubo dos piezas importantes, la captura del Tribunal Electoral con la triada oficialista que decide todo al gusto del poder; y la transformación del 54% de los votos en el 73% del Congreso, mediante una interpretación tramposa de la ley que llevó a Morena y aliados a una sobrerrepresentación. Además, quedan los expedientes de extorsión en el Senado para tener la mayoría calificada. Con esas piezas llegó la aplanadora morenista e hizo chuza con el Plan C, con la reforma judicial como punta de lanza. ¿Quién le dijo a AMLO que elegir jueces mediante el voto popular era un método idóneo para mejorar la impartición de justicia? La presidenta asumió esta reforma equivocada como propia. Es necesario que el Poder Judicial tenga autonomía de la política; que los jueces tengan el conocimiento de la ley y la experiencia necesaria para impartir justicia; que exista una clara separación entre justicia y política. Ninguna de estas condiciones se obtiene mediante el sufragio popular.
Después de la estrategia anterior, siguieron las fases de implementación con lo cual el sistema electoral entró en un laberinto intransitable. La caprichosa reforma desembocó en unos comicios imposibles, plagados de aberraciones que, si no fueran trágicos, serían cómicos. Le dejaron al INE el triste papel de inventar unos comicios como no suceden en ninguna parte del mundo, literalmente. Esta elección será de récord Guinness. Empecemos con la forma de seleccionar a las candidaturas. Un mecanismo de tómbola tiró a la basura a cientos y cientos de jueces que estudiaron, pasaron exámenes, se prepararon a lo largo de tres décadas y en unas horas la tómbola del Senado destruyó su carrera judicial. Después llegaron las comisiones de cada poder para calificar la idoneidad de los candidatos, cuyo resultado fueron listados del ejecutivo y del legislativo al gusto del oficialismo; la Comisión del Poder Judicial terminó desintegrándose y se llegó a otra tómbola. Una pieza muy importante fue el mapa electoral que se obtuvo de deficiente traducción de los distritos electorales en distritos judiciales, con lo que se distorsionó la universalidad del voto. De ahí se pasó a las “campañas”, otro momento que mostró la conexión del oficialismo con el proceso, así como la manipulación de los gobiernos opositores para conformar sus listas de candidatos. Todos los niveles y colores políticos metidos hasta la médula para impulsar a sus jueces a modo. Al final, llegaron los operativos, unas papeletas difíciles de entender, además de los famosos acordeones y el acarreo. Hay que contrastar a los ganadores con las propuestas partidistas.
Fue una elección al viejo estilo: no se anularon las boletas sobrantes, no habrá cómputo ciudadano, no hubo PREP. Días antes de la elección la discusión se centró alrededor del dilema entre votar o no hacerlo. ¿Cómo se llamó la obra? Sólo votaron 12 de cada 100 personas. El 1 de junio los pronósticos de la farsa se cumplieron al pie de la letra. Ahora hay que esperar 10 días para saber los resultados. Se han degradado los comicios que tanto trabajo se invirtió para tener voto libre. La participación se calcula entre 12 y 13%. Para el oficialismo y la presidenta este nivel de participación fue un éxito, para la crítica y la oposición se trató de un fracaso, seguimos polarizados.
La enorme abstención presagia un engaño, la promesa de una mejor justicia ha quedado en el aire, porque ahora el oficialismo marcará contenidos, estilos y tiempos del Poder Judicial. Resulta poco creíble que la presidenta diga que esta elección fue un gran éxito, cuando todas las piezas hablan de lo contrario. Adiós a la división de poderes y a la autonomía judicial, ha nacido el Poder Judicial guinda…

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