Harfuch, Trevilla, la seguridad
Razones Jorge Fernández Menéndez
El secretario de Seguridad puede tener una larga carrera por delante, Trevilla, como todo secretario de la Defensa, sabe que en 2030, con el sexenio acabará su servicio público y su carrera militar.
Son varios los ámbitos de ejercicio del poder en la administración de Claudia Sheinbaum que dejan mucho que desear en términos de eficiencia y capacidad política por más recursos que tengan, porque muchas veces se sostienen en decisiones ideológicas o son funcionarios que fueron heredados, cuyas capacidades son muy cuestionables.
Pero si hay un gabinete que trabaja eficientemente, con todas las limitaciones que la herencia lopezobradorista dejó en el país, es el de Seguridad. El Gabinete de Seguridad poco a poco se está ganando la confianza dentro y fuera del país, con base en resultados, que, para ser reconocidos en toda su dimensión, requieran también de decisiones políticas y de justicia que se deben asumir desde la Presidencia de la República y la FGR.
Mientras tanto, en un país donde la violencia no cesa, se repiten los golpes importantes, asumiendo que, más temprano que tarde, se tendrá que dar una vuelta de tuerca en la estrategia que termine rompiendo las principales tramas de protección con la que cuentan los grupos criminales.
Por eso mismo, hay que preguntarse cuál es el objetivo de buscar una ruptura en un Gabinete de Seguridad en el que las dos piezas centrales, sin demérito de otros, son el secretario de la Defensa, el general Ricardo Trevilla, y el de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch. Circulan rumores, y hasta supuestos videos informativos, sin un solo dato que los respalde, que hablan de rupturas, discusiones y robos recíprocos de información. Son falsos.
En todos los gabinetes de Seguridad de todos los países existen diferencias y en ocasiones enfrentamientos entre agencias, y entre instituciones civiles y militares, o entre ellas mismas. Devienen de las personalidades que están a cargo, pero sobre todo de las tareas encomendadas, que suelen superponerse, pero también de la formación, las edades, las carreras y hasta los intereses específicos, incluyendo en ocasiones las asignaciones presupuestales.
La administración de Sheinbaum tuvo el acierto de establecer un Gabinete de Seguridad con tareas y responsabilidades bastante claras, aunque buena parte de sus estructuras están todavía en formación, sobre todo en la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana y en las áreas de inteligencia y operación que dependen de ella. Y ese esquema requiere, demanda, un trabajo conjunto que no sólo se había perdido el sexenio pasado, sino que estaba desdibujado institucionalmente, debilitado por la estrategia de abrazos, no balazos y marcado por enfrentamientos personales muy profundos.
El secretario García Harfuch y el general Trevilla Trejo son hombres de generaciones y formación diferentes: Omar tiene 43 años y unos pocos en los primeros niveles de la administración pública. El general tiene 64 años y una carrera militar de prácticamente la misma edad de Omar. El secretario de Seguridad puede tener una larga y promisoria carrera por delante, Trevilla, como todo secretario de la Defensa, sabe que en 2030, con el sexenio acabará su servicio público y su carrera militar (aunque ningún secretario de Defensa pasa, en el sentido estricto, a retiro). Pero los dos conocen y entienden de instituciones y responsabilidades.
Seguramente tendrán diferencias, pero sin duda no están enfrentados porque, más allá de cualquier otra consideración, saben que su colaboración es central para una Presidenta que les ha dado toda su confianza y en ellos dos se asienta hoy, muy probablemente, el futuro de esta administración. Pero, además, porque Trevilla es un militar con profundo sentido político y de la disciplina institucional, y porque García Harfuch es nieto de un secretario de la Defensa, Marcelino García Barragán, y es hijo de Javier García Paniagua, un político con estrechas relaciones que oscilaron entre la política y la seguridad, incluyendo los militares.
El general Trevilla encabeza la mayor institución pública del país: la Defensa, que incluye al Ejército, la Guardia Nacional y la Fuerza Aérea, con todas sus ramificaciones, no tiene parangón institucional en el país, sobre todo en una coyuntura donde muchas de estas instituciones han salido profundamente debilitadas del sexenio pasado (y otras, como el Poder Judicial, tendrán con la elección del domingo primero de junio un golpe letal).
La Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana encabeza el gabinete sectorial, es el presente, pero sobre todo el futuro de la seguridad, y coordina muchas de sus operaciones al tiempo que se está construyendo sus áreas operativas y de inteligencia que, además, deben coordinarse con las militares, tanto de la Defensa como de la Marina. No es una tarea fácil, tampoco exenta de contradicciones, pero todos los que participan en ella lo entienden y en eso trabajan.
La otra dimensión de todo esto es también la relación con Estados Unidos, que pasa, sin duda, por muchos temas comerciales, pero que se definirá por la seguridad. García Harfuch ha logrado una muy buena relación con las distintas agencias de seguridad estadunidenses que giran, para México, mucho en torno al Homeland Security. Eso se había perdido y es importantísimo haberlo recuperado. Pero la relación militar directa es clave: el secretario de la Defensa, Pete Hegseth, es un exmilitar (no siempre lo son en EU); la jefa de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard, es una exmilitar; el nuevo embajador de EU en México, Ron Johnson, es un exmilitar con 40 años de carrera en las boinas verdes y la CIA. La seguridad fronteriza de Estados Unidos se la ha encargado el presidente Trump al Comando Norte, en el que participa México y con el que se mantiene una magnífica relación. Y para con todos ellos la diplomacia militar del general Trevilla, la que se hace de militar a militar, resulta cada día más importante. Quizá por eso hay quienes buscan inventar las rupturas en el Gabinete de Seguridad.