El sábado anterior el Partido Acción Nacional celebró su Consejo Nacional Extraordinario en vías de organizar el relevo de su dirigencia nacional, realizar un diagnostico de semblante partidista, analizar la realidad nacional y diseñar su comportamiento como bancada legislativa oposicionista en atención al pírrico 17 por ciento de la votación. Por supuesto, en el diagnostico habrá de incluirse el diagnostico del potencial voto duro a su alcance y el de la oposición en general. También el impacto del “voto oculto” que se hizo tangible en la votación favorable a MORENA. Obviamente, el electorado ajeno a cualquier militancia partidista permanece en calidad de “voto oculto» para los siguientes procesos electorales, es decir, a diferencia del voto duro no se constituye en patrimonio electoral de algún partido, en este caso de MORENA, porque fluctúa según su percepción de las condiciones objetivas del momento, y en todo caso en mucho depende de las acciones del gobierno. En el Consejo panista de referencia Santiago Creel reconoció que faltó “una mejor lectura del humor social”, lo que derivó en ignorar la efectiva tendencia de ese voto oculto que finalmente favoreció a MORENA. Habrá en los partidos en el recuento de los daños gran variedad de sesudas indagaciones sobre lo ocurrido y las acciones que se emprenderán, así sucedió en el PRI en 1988, en 2000 y en 2006, lo mismo ocurrió en el PAN en 2012 y en 2018, pero, ¿la ciudadanía consciente del pulso sociopolítico, mantendrá su actitud apática delegando a los políticos el monopolio de las decisiones relativas a su futuro? En tiempos poselectorales los horizontes políticos se ensanchan, no es coincidencia que el marco normativo electoral ajuste para esos efectos el surgimiento de nuevos partidos políticos, de cuya importancia nos remite el hecho de que son parte importante de los contrapesos del poder.
