‘Maximatum est’

Agustin Basave

El cajon del filoneismo

El cajón del filoneìsmo  Agustín Basave

Es una ingenuidad creer que Andrés Manuel López Obrador se retirará de la política el 1 de octubre. Revísense las señales más recientes: su imposición de los términos y tiempos de su caprichosa iniciativa de reforma al Poder Judicial, contra el interés de Claudia Sheinbaum (CS), a pesar de que afecta al gobierno que ella encabezará; su anuncio de que romperá su regla de mutismo cuando su presidenta lo requiera para ofrecer su guía y ejercer —atención— su derecho a disentir. Es el aviso de su pulsión —sí, se trata de algo instintivo— de instaurar una nueva modalidad de Maximato: el Jefe Máximo de la Transformación permanecerá callado mientras su sucesora siga el libreto que le dejó pero intervendrá cuando se desvíe.

No será AMLO el primero que intente emular a Plutarco Elías Calles. Casi todos sus predecesores cayeron de una u otra forma en la tentación y, uno tras otro, perdieron la partida. Creo que él también fracasará, aunque su férula tardará en romperse. CS ganó con votos que AMLO le transfirió y le tomará tiempo forjar su propio capital político. Tampoco será muy impetuosa su volición de distanciarse de él, por razones afectivas y sobre todo prácticas: lo quiere bien, lo necesita para contener a Morena y no le conviene contrariarlo, por aquello de la revocación de mandato. Pero la experiencia de siglos nos demuestra que la propensión a ejercer el poder a cabalidad, sin dictados externos, está en la naturaleza humana. Tal vez en el cuarto año, si usa con sagacidad los botones y palancas que tendrá en su oficina para disuadir e inclinar lealtades a su favor, CS pueda emanciparse.

La reforma judicial será la primera prenda de la autocratización transexenal. AMLO presenta al voto popular como seguro anticorrupción a sabiendas de que gobernadores, alcaldes y legisladores son electos y muchos de ellos son corruptos. ¿Cuáles no lo son, según él? Los que postula la 4T. Su candado, pues, es la militancia: los candidatos a jueces, magistrados y ministros de la oposición serán por definición deshonestos y elitistas, mientras que los de Morena serán dechados de probidad y lealtad al pueblo. Y su proyecto garantiza que sean estos los que constituyan la inmensa mayoría, gracias al mecanismo de postulación y la maquinaria electoral del nuevo partido de Estado. Lo dijo en la mañanera del jueves: la elección hará que los juzgadores sean “siervos de la nación”. ¿Le suena? Por cierto, agregó algo que indica que tienen que sean reelectos: deben votarse para que “no le deban su cargo más que al pueblo”, el cual los sacará si se corrompen. Lo aludo porque CS se opone a la reelección.

Si bien el Poder Judicial padece vicios y exige cambios de fondo, la iniciativa de AMLO no pretende depurarlo sino controlarlo. Por eso no se le ocurrió antes, cuando los tribunales cometían las mismas injusticias que ahora pero se allanaban a su suprema voluntad en los casos que le eran prioritarios, gracias a un titular de la Corte que acataba y operaba sus designios. Lo que quiere es castigar a los ministros que en vez de obedecerlo decidieron acotarlo —con él casi siempre hay venganza de por medio— y perpetuar a la 4T vía la concentración del poder en el Ejecutivo. Y claro, erigir desde ahí, bajo su mirada vigilante, un régimen de pensamiento único.

Maximatum est.
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