Y Alito feliz porque no hubo una sola voz discordante, entre otras cosas porque a las voces discordantes las corrió del partido y a los priistas inconformes como Manlio Fabio Beltrones, les faltó hombría para encararlo y se guardaron en sus casas.
Quien se llevó las palmas fue Augusto Gómez Villanueva, esa joven promesa de la política que nomás lleva 58 años pegado a la ubre presupuestal. Primero calentó motores con una frase que en su tiempo le endulzó los oídos a Luis Echeverría: “Quienes acusan de traición y de división al partido lo han unido”.
Y a renglón seguido le aventó a Alito un ramillete de veintiséis palabras atadas a un listón tricolor: “No es usted un presidente solitario, tiene detrás un ejército civil que sabe dónde nacen y se multiplican las voces de la calumnia anónima y destructiva”.
¡Oleeee!
En la Asamblea que fue a puerta cerrada y sin acceso a los medios, se avalaron reformas a 15 artículos de los estatutos del PRI y sus cinco artículos transitorios, que contemplan incluso la posibilidad de que Alito se quede en el cargo hasta el 2032. Claro, si no se le ocurre alargar su periodo hasta el 2036.
“Hubieras visto a los leguleyos, lambiscones y arrastrados gritar ¡Duro, duro, duro! ¡Alito, Alito, Alito”, me comentó alguien que estuvo en el evento. Pero eso es natural, sujetos de esa estirpe los hay desde tiempo inmemorial. Sólo que siempre se han distinguido por estar con los vencedores y nunca con un perdedor.
La excepción es Alejandro Moreno que llegó a la Asamblea tumbando caña y escupiendo para arriba: “Allá afuera estos que dicen que participaban en el PRI son una bola de cínicos, lacayos y esquiroles al servicio del gobierno (de Morena). Quieren romper la unidad a cambio de impunidad. Ellos fueron el peor lastre para nuestro partido…”.
¿Y quienes son ellos? Nunca dio nombres, ni siquiera cuando dijo que hubo algunos priistas vinculados al asesinato de Colosio.
Pero siguió escupiendo al cielo: “Se acabaron las vacas sagradas y los hampones en el PRI. No más traiciones ni deslealtades; jamás permitiremos que vuelvan a dañar a nuestro partido”.
Dicen, a mi no me consta, que un hilillo de sangre le escurría por la comisura de los labios producto de las mordidas que se dio en la lengua, pero continuó impertérrito hasta que terminó su perorata.
¿Qué sigue para el tricolor?
Aceptar por primera vez en su nonagenaria existencia una reelección, la reelección de Alito. Este fracasado de origen que llevó al PRI a perder diez de doce gubernaturas (las dos que ganó fueron en alianza). Que lo llevó a la derrota en casi todos los congresos locales y lo dejó reducido a su mínima expresión en el Congreso Federal.
¿Qué sigue para Alito?
Afianzarse como mandamás del PRI y hacerse multimillonario con las prerrogativas. Porque por muy fregado que esté el partido, no recibirá miles, ni cientos de miles, sino millones de pesos que manejará a su antojo.
Ya sin alianza y sin ningún contrapeso, ¿quién crees que negociará (las venderá, pues) las candidaturas del PRI a las presidencias municipales?
¿Y quién crees que será el candidato del PRI a la presidencia de la República en 2030?
Exacto, lector.
Con Alito como músico y director de la orquesta, el próximo año el tricolor perderá por paliza las pocas alcaldías que le quedan. Y en el caso de Veracruz será un milagro si gana en media docena.
Postularse como candidato a la presidencia sin que nadie le respingue le resultará hasta relativamente fácil por dos razones: por lo devaluado que está el partido y porque por ese motivo nadie en su sano juicio querrá entrarle al toro… solo Alito.
¿Qué saldrá de ese potaje?
Futa…
¿Qué de bueno puede salir de un PRI con un 11 por ciento de aceptación (cuando antes del 2018 tenía el 42 por ciento y ya era preocupante), coaligado con un sujeto perdedor y cuya divisa es el fracaso?
Salvo tu mejor opinión lector, veo a un PRI apaleado en 2025 y extinto a finales de julio del 2030.
A menos, claro, que suceda un milagro. Y ese milagro será que Alito se vaya ya del partido.
bernardogup@hotmail.com