La oposición y el septiembre de locura

Carlos Puig

Duda razonable

Duda razonable Carlos Puig

Está claro que la presidenta electa y las nuevas mayorías en el Poder Legislativo van por las reformas que Claudia Sheinbaum ha anunciado, algunas tomadas de las enviadas por López Obrador en febrero, otras propias anunciadas en campaña.

La más problemática y complicada es, sin duda, la reforma al Poder Judicial. Por eso es que llevamos los días desde el 2 de junio escuchando, hablando y haciendo encuestas —no se rían— sobre ella.

En estas semanas, la oposición —me refiero a los partidos y a los legisladores que ahora los representarán en el Legislativo— han estado particularmente fuera de la discusión.

Los líderes y sus campañas perdedoras, los y las del Frente y de MC, siguen lamiéndose las heridas o encontrando culpables del desastre o tratando de convencer a quién sabe quién que, aunque hayan perdido, en verdad ganaron; que no nos hemos fijado bien. Oquei, vale.

Las formas —es un decir— en que López Obrador ha impuesto la reforma a su sucesora, la reacción de los mercados al contenido y lo que podría significar para los próximos años, son una preocupación para el próximo gobierno que ya no sabe qué nueva manera inventar para decir que la reforma sí va, pero que habrá diálogo con todo mundo.

Buena parte de la reacción que hemos visto tiene que ver con seis años de imposición desde el Ejecutivo y las muy pocas comas, si es que alguna, que se cambiaron en sus iniciativas.

Las mayorías de Morena están ahí, las reformas pasarán. Tal vez sea hora de que la oposición levante la mano, tome como si fuera cierta la idea del diálogo y ofrezca a Claudia Sheinbaum ponerse a trabajar en las iniciativas con los expertos de Morena y el equipo de la próxima presidenta.

Frente a la imperiosa necesidad de reformar el Sistema de Justicia (no solo el Poder Judicial) ese diálogo podría ayudar al nuevo gobierno a meter mano a una iniciativa que hoy por hoy sería un desastre en relación a sus supuestos objetivos. Lo dicen en privado muchos de quienes acompañan a Claudia.

Una reforma votada con la oposición manda otro mensaje y ayuda al próximo gobierno a que este primer acto no sea un manotazo absurdo e inútil con consecuencias imprevisibles.

No digo que esto sea sencillo.

Pero no estaría mal que la oposición levantara la mano y probara qué tan “dialogante” —para citar a Mario Delgado— es o será la próxima mayoría.

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